El amor por lo que uno hace: así son los sanitarios de Motril que se enfrentan al Covid en muchas partes de España
Muchos motrileños están combatiendo el coronavirus en otros centros hospitalarios del territorio nacional
Son miles los motrileños que luchan contra el coronavirus, cerca y lejos de la ciudad que les vio nacer y crecer. A muchos profesionales sanitarios, el destino y la vida les llevó fuera de sus hogares y su familia. Ahora, ante una crisis sanitaria sin precedentes, se encuentran dando el trescientos por cien desde centros hospitalarios de toda España con el único objetivo de ganarle la batalla al Covid-19.
Alguno de ellos confiesa que los aplausos que los ciudadanos hacen diariamente desde sus ventanas y balcones aún le sorprenden. «Yo estoy haciendo mi trabajo como siempre, como todos los días», cuenta Marina, una joven motrileña que trabaja en el complejo hospitalario de Jaén, en el centro de salud de Belén. Es médico residente en atención primaria en uno de los centros de salud que ha tenido que reforzar su plantilla para intentar frenar el volumen hospitalario ante la oleada de contagios que comenzó a propagarse por toda Andalucía.
La medicina fue su pasión desde que era niña y estudiaba en el Colegio Santo Rosario de Motril. Después lo haría en el IES Julio Rodríguez. Y pasados los años, tras mucho sacrificio y trabajo, los sueños comenzarían a hacerse una realidad palpable. Los sanitarios que hoy intentan ponerle freno a la gran pandemia del siglo XXI saben muy bien qué es eso de no rendirse, lo llevan impregnado en su ADN y no están dispuestos a renunciar a eso. Una afirmación que se lleva hasta el extremo: Marina sopló las velas de sus veintinueve trabajando.
«Ahora, la prioridad es minimizar al máximo las consultas presenciales. En nuestro caso tenemos la ‘consulta cero’, donde vemos a pacientes urgentes con síntomas que necesitan ser valorados», subraya Marina, que indica que el centro de salud también ha puesto en marcha una consulta telefónica para atender cada día a los pacientes y preguntarles cómo están.
La lupa de sus preocupaciones está en las carencias de materiales de protección, que de momento llegan a cuentagotas y gracias a las donaciones de empresas de la provincia jienense. Algo parecido cuenta Laura, médico de UCI en el hospital San Juan de la Cruz de Úbeda, sobre los recursos limitados con los que cuentan los hospitales. En su centro hospitalario, la gestión del material de protección para los sanitarios ha sido buena, pero la falta de respiradores para los pacientes es uno de sus mayores temores. «Es una sensación muy desagradable saber que tienes a ocho pacientes en la UCI con coronavirus y que solo te queda un respirador, mientras en planta tienes a diez personas muy justas que esa misma noche podrían requerirlo», indica Laura.
Ella llegó hace relativamente poco al hospital de Úbeda, un centro similar al hospital Santa Ana de Motril, en el que solo hay un médico de guardia y en el que ha tenido que enfrentarse a situaciones muy complicadas, como entubaciones a pacientes con oxigenación muy baja, sin un tiempo prudencial para adaptarse. «Ese ha sido mi reto, no me ha quedado otra que curtirme y espabilar muy rápido», dice. Mirar a los ojos al miedo y a pecho descubierto es parte de la esencia de estos locos vocacionales que no solo están combatiendo un virus, sino que se dejan la piel y se juegan la vida en la primera línea de batalla.
Hay muchas historias silenciosas que se viven en el interior de estos hospitales. Las hay tristes, con pacientes que están solos y que tienen la sensación de que no llegarán a estar en acontecimientos futuros y cercanos, como puede ser la boda de un hijo. «No puedes prometer que todo va a ir bien, porque ni tú misma lo sabes, solo puedes animar a los pacientes a que mantengan la esperanza en recuperarse», se sincera Laura. Pero también hay historias de luz que llenan de colores los días grises de muchos pacientes ingresados que no pueden ver a sus familiares. «Hace poco extubamos a una señora a la que no podíamos leerle ninguna carta porque estaba un poco sorda y cuando se estaba despertando conseguimos que viera a su marido a través de una ventana», esta médico motrileña confiesa que ha sido uno de los momentos más emocionantes que ha experimentado en urgencias desde que el coronavirus irrumpiera todos los órdenes de su vida.
También el espíritu de colaboración para afrontar la emergencia sanitaria es propio de todos estos profesionales que, en momentos difíciles donde se precisa ayuda, tiran de vocación sin pensárselo dos veces. Es el caso de Laura, estudiante del último curso de enfermería en Ronda, que desde el inicio del mes de abril forma parte la plantilla del Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles. Esta motrileña se marchó como voluntaria para hacer frente a este tsunami vírico que azota con mayor fuerza a la Comunidad de Madrid. Junto a ella, diez compañeros más están realizando labores de enfermería y enfrentándose cada día al aluvión de urgencias de este centro hospitalario que estaba colapsado de pacientes con Covid-19. Mientras aprenden y observan, su presencia y ayuda se hace más valiosa que nunca. «Ahora todo, poco a poco, está volviendo a la normalidad», cuenta esta enfermera a punto de graduarse a la que la Comunidad de Madrid le ha costeado el alojamiento en un hotel cercano al hospital, el desplazamiento y la comida. Renfe también les proporcionó los billetes de AVE hacia la capital y les costeará los de regreso cuando terminen su contrato.
«No sabía a qué me iba a enfrentar pero es muy gratificante ver cómo evolucionan los pacientes y cómo te dan las gracias cuando reciben el alta hospitalaria», dice esta joven a la que el deber «le llamó» y que pasó a la acción de inmediato vistas las necesidades de la crisis en muchos puntos del territorio.
Como estas tres profesionales sanitarias de Motril, millones de personas asumen esta misión con responsabilidad y disposición día a día. Combaten la pandemia convencidas de que están en el lugar que deben estar y lo hacen con orgullo y, en ocasiones, con medios escasos y poco eficientes. Pero están y les compensa. Porque así es el amor. El mundo necesita a mucha más gente que ame lo que hace.