El sector hortofrutícola, más vivo que nunca
El sector primario y las grandes empresas de la Costa están adoptando medidas especiales para frenar el impacto del virus
Los trabajadores del sector hortofrutícola no cesan. Desde que irrumpió la crisis sanitaria que atraviesa el largo y ancho del país, todo este colectivo trabaja a pleno rendimiento para que los alimentos lleguen frescos hasta la mesa de millones de hogares.
El esfuerzo silencioso de miles de hombres y mujeres de la Costa es el ejemplo que hoy, más que nunca, demuestra la importante labor que desarrollan los agricultores en la vida cotidiana de las personas y más alrededor de esta zona, que vive fundamentalmente de la agricultura.
Ahora, convertidos en un sector estratégico para superar la crisis del coronavirus, se afanan para que el suministro de frutas y hortalizas no se vea afectado por una situación sin precedentes en democracia.
Con el decreto del estado de alarma, miles de comercios motrileños han bajado la persiana hasta que la situación vuelva a la normalidad. Otros, sin embargo, tienen en sus manos la responsabilidad de seguir abiertos redoblando esfuerzos para no paralizar la distribución de millones de toneladas de alimentos de primer orden.
Esto toca de lleno a la puerta de muchas familias motrileñas que trabajan también en comercializadoras como Grupo La Caña y que han visto incrementadas las medidas de seguridad y prevención para evitar los contagios y la propagación del COVID-19.
Durante varias veces al día, en este tipo de instalaciones se mide la temperatura a los trabajadores de planta y de oficina. En el caso de que un trabajador supere la temperatura normal debe dejar su puesto de trabajo y no reincorporarse hasta acreditar con un justificante médico que está libre de contagio. El refuerzo de las medidas de higiene y manipulado, la intensificación de los servicios de limpieza y desinfección diaria en las instalaciones o la adaptación de turnos de trabajo para posibilitar mayores espacios y minimizar riesgos entre los trabajadores son algunas de las muchas medidas especiales que se están adoptando en estas grandes empresas de la Costa para frenar el impacto del virus. También están los agricultores, que emplean todo tipo de materiales de autoprotección -cada vez más escasos de encontrar- en sus invernaderos para evitar males mayores.
Pero no son solo los agricultores y las empresas comercializadoras los que están trabajando para que la cadena no deje de funcionar ni un solo segundo en estos días de cuarentena. Son también transportistas, supermercados, distribuidores e, incluso, industrias auxiliares del campo y de suministros agrícolas los que hacen frente a esta crisis con generosidad y responsabilidad.
A la difícil situación de este sector, que hace menos de un mes reivindicaba mayores garantías y precios justos para el campo, se suma ahora la incertidumbre ante el anuncio del cierre de fronteras terrestres de España para luchar contra la expansión de la pandemia. Pese a que no está previsto que esta medida altere el corredor verde, los agricultores asisten con inquietud a estas iniciativas cambiantes que evolucionan, mutan y se transforman cada día.
De momento, la historia vuelve a demostrar que el sector primario está vivo. Más vivo que nunca y al pie del cañón. Un hecho que merece también un aplauso colectivo desde los balcones y un reconocimiento real en el futuro más próximo, que esperamos que no sea muy lejano en el tiempo.