Las madres futboleras del Puerto, maneras de vivir el deporte base
El sacrificio, el amor y la generosidad son tres de los valores más importantes que hay detrás de cualquier deporte base
Cantan porque todavía les queda mucha guerra que dar desde las gradas. Ríen porque esa es la táctica infalible para despistar unos minutos las ráfagas de frío. Tienen el súper poder de llegar a todas partes y conservar las ganas porque «el amor de una madre lo puede todo». Encarni, Inma, Adelina, Sole, Isa, Raquel son algunas de las mujeres que se encuentran cada día en los entrenamientos de fútbol del Puerto. Se levantan para trabajar y organizan la semana cada martes, como un ritual, en función de los partidos y entrenamientos de sus hijos. Llevan dentro la vena futbolera, pero confiesan que el fútbol base es «muy sacrificado» para quienes, día tras día, acuden a los entrenamientos y siguen de cerca la evolución de esos pequeños jugadores.
El marido de Sole también jugaba al fútbol y, ahora, su hijo Thiago sigue el camino de su padre. «Llevo más de 16 años disfrutando del fútbol base», se sincera ella mientras hablan de lo «raro» que es tener un fin de semana libre, «cuando eso pasa no sabemos qué hacer, se nos hace extraño», cuentan.
Antes del día de competición, estas madres acuden al campo de fútbol de Varadero durante tres días en semana. «Somos expertas en tácticas futbolísticas aunque a mi aún me cuesta entender el fuera de juego», dice Inma, que hoy ha llevado un cojín para poder sentarse en la grada sin congelarse de frío. No han sido las únicas ideas: en verano llevan sombrillas para sofocar la calor y, cuando el ayuntamiento se lleva las gradas para utilizarlas en algún evento, traen sillas de playa de sus casas para pasar el tiempo de entrenamiento.
«Hay madres que pueden estar aquí tres horas porque tienen niños de diferentes edades», cuenta Encarni, que explica que a veces le resulta imposible ingeniárselas cuando los partidos coinciden en el fin de semana.
A estas seguidoras del club no las para nadie. «Hacemos terapias de equipo y hemos llegado a ser psicólogas muchas veces», dice Adelina, que comenta que a esa edad es fundamental concienciar a los niños de que cualquier deporte es un juego donde hay que disfrutar. «Lo importante es fomentar el sentimiento de grupo. Si se gana, ganamos todos y si se pierde, pierde el equipo entero», subraya. Les sale una diminuta rabia cuando hablan de las actitudes en el campo. Llevan dentro algunas malas experiencias que no logran olvidar. «Hay comportamientos inaceptables de padres y entrenadores en las competiciones», resalta Isa contundente. «En categorías inferiores no se entienden esas actitudes tan agresivas y competitivas», señalan estas madres que jamás han aplaudido a su equipo cuando ganaba por goleada por respeto al esfuerzo de sus adversarios.
Carismáticas, alegres y con una energía inagotable, este equipo de madres se ha convertido en una familia enorme. En la última competición que vivieron fuera de casa «lo bonito era ver como todos los padres y los niños estaban mezclados», explica Raquel. Pese al gran sacrificio que hacen cada día, ese es el verdadero regalo de vivir intensamente el fútbol base: el cariño, la complicidad y el sentimiento de unión. «Somos una piña, yo he llegado a animar desde el balcón de mi casa al equipo cuando no podía venir», ríe Inma.
Ellas lloran como ellos. Dentro y fuera, son madres orgullosas. Capaces de todo por ver felices a los suyos. Reinventan las horas y se arman de paciencia. Eso es lo que nadie ve y existe en el deporte base: amor y generosidad infinita.