Días del futuro pasado

Podrían haberse denominado estas líneas “lo que pudo haber sido y no fue” en lugar del título de un histórico...

Podrían haberse denominado estas líneas “lo que pudo haber sido y no fue” en lugar del título de un histórico álbum de Moody Blues. La cuestión es reflejar cómo, de manera aparentemente cuasi “conspiranoica”, Motril ha dejado pasar, desde la revolución industrial y hasta nuestros días, todas y cada una de las oportunidades que ha tenido para coger el tren del progreso. Y esa indolencia, desde mi punto de vista, la achaco a diversos factores, tanto internos como externos.

De partida Motril nunca ha tenido un proyecto de futuro a largo plazo para la ciudad. El manido debate acerca de si ciudad industrial, ciudad turística nos ha tenido ensimismados bizantinamente discutiendo entre galgos y podencos. La base de todo desarrollo social y económico son las comunicaciones, y ahí arranca la cuestión.

Cierto es que las características geográficas de la comarca son las que son, y si bien nos permiten disfrutar de un micro clima privilegiado, también nos condicionan la comunicación, sobre todo hacia el norte. Pero es igual de cierto que los sucesivos poderes públicos, durante más de un siglo han obviado, con la excusa, cierta en términos puramente aritméticos, de que la realización de comunicaciones con la costa era demasiado cara. Pero, caramba, más de cien años da para repartir costes. Es ya casi un chiste el asunto del ferrocarril. Objeto de cambalache y embustes electorales durante el siglo XX por parte de políticos de toda índole.

Lo último en este aspecto ha sido el proyecto de corredor mediterráneo, que como sabemos, hace una pirueta léxico-geográfica, y por arte de birli birloque, salta de Almería al Campo de Gibraltar, de tal manera que abduce el Mare Nostrum granadino-malagueño. De las comunicaciones para el tráfico rodado tenemos el modelo muy cercano en el tiempo, apenas hace cuatro días disponemos de las autovías de la famosa te invertida. Bueno, ya están al menos.

Centrémonos ahora en el Motril que pudo ser y no fue, como decía al principio. La falta de reinversión de la riqueza generada en la época de entre siglos, tuvo como consecuencia el anquilosamiento tanto de la economía como de la sociedad motrileña. Una agricultura basada en el monocultivo de la caña de azúcar, cuya parte mollar de los beneficios, o plusvalías, se iba lejos de ésta tierra, relegó a Motril a ser tan solo receptora de salarios de supervivencia. De ésta manera el tejido social de la ciudad no se incorporó al progreso con una participación nula tanto en las decisiones sobre el futuro de Motril como en la mejora de las condiciones de vida de sus ciudadanos. Y podrá pensarse que Motril ha crecido mucho durante el siglo XX. Claro que sí, la implantación de la fábrica de papel fue vital, una plataforma de salvamento y de llegada de capital humano hasta nosotros.

Y llegó la época del desarrollismo, coincidente con la fábrica de papel por cierto. En éste aspecto Motril ha carecido de un proyecto integral de desarrollo. Es decir, nunca hemos sabido que Motril queríamos, si un Motril industrial, si uno turístico,- ¡Ay, Concha, si Javier de Burgos nos hubiera puesto en Málaga! – si una ciudad de servicios… Esa indecisión acerca de qué tipo de ciudad seríamos, nos hizo andar pillando moscas, mientras zonas aledañas, que si supieron lo que querían, se convertían, bien en la despensa agrícola de Europa o bien en el escaparate de sol y playa más importante del continente.

Aquí dejo este artículo, a modo de diagnóstico. En posteriores “entregas” intentaré aportar mi grano de arena para la sanación de nuestros males motrileños.

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