La procesión va por dentro -ahora más que nunca-

El actual panorama de crisis sanitaria debido a la propagación de contagios del coronavirus (COVID-19) es de una excepcionalidad nunca...

El actual panorama de crisis sanitaria debido a la propagación de contagios del coronavirus (COVID-19) es de una excepcionalidad nunca vista ni recordada en los tiempos modernos.

En lo concerniente a lo local, quienes nos hemos preocupado un poco por nuestra propia historia, nos da auténtico pavor pensar en nuestros antepasados que sobrevivieron a la epidemia de 1679, que causó en la Villa de Motril más de siete mil muertos, afectando a cosechas, además de la propia salud pública.

En aquella época, en la que ya existían algunas de nuestras hermandades y cofradías como la de la Santa Vera Cruz y la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Nuestra Señora de la Amargura y la Santa Mujer Verónica, ya ejercían la propia labor asistencial para la que fueron creadas en su origen las hermandades, y no es otra que la labor asistencial a los más débiles y la de sufragar los gastos de los entierros para aquellos que literalmente, no tenían ni dónde caerse muertos.

Estamos en el siglo XXI y dada la modernidad, la tecnología y el desarrollo científico y social que hemos experimentado, parecía que estuviéramos exentos de que la historia, volviera a poder golpearnos como lo está haciendo con un tema de salud pública como la epidemia que nos está asolando.

Todo parece ser cíclico, y quizá, el mejor aprendizaje que podemos obtener de la actual situación, es una catarsis que nos haga volver a poner los pies en su sitio y las cosas en su lugar.

Retomando el carácter asistencial de las hermandades, debemos poner el foco de atención en el hecho de que estas, ante la situación de crisis que vivimos, en un gesto de coherencia y sentido común, ya han anunciado la suspensión de los desfiles procesionales, que no la Semana Santa, porque la Semana Santa sí estará ahí, y cada uno la vivirá, la sentirá y la profesará a su manera. 

Nada mejor para esa catarsis que esa introspección forzosa de los colectivos cofrades. Será como si cada hermandad se imbuyera en el interior del capillo de su propia túnica de penitencia.

Pero, ¿por qué no experimentar esa catarsis en su plenitud?

A día de hoy, todas y cada una de las hermandades y cofradías tienen sus deberes y sus trabajos hechos, y estaban ya a las puertas del disfrute de la organización de los actos previos a sus días grandes. 

Eso conlleva la generación de los correspondientes ingresos para afrontar los gastos de sus respectivos desfiles procesionales, y ante una situación así, y volviendo a la esencia del sentido y origen de las mismas, ¿por qué no destinar a Cáritas los importes de lo que supone que cuesta la salida procesional?

Porque créanme que Cáritas tendrá que realizar una labor ingente en este estado de crisis y en los que resulte del desbarajuste social y económico de sus consecuencias.

Evidentemente, habrá cofrades que se echen las manos a la cabeza porque ya habrán compensado su frustración de no salir a la calle con el hecho de pensar en el incremento patrimonial que harán de cara al próximo año con cargo a lo que se van a ahorrar este año en la salida, pero puestos a hacer estación de penitencia y dadas las circunstancias, ¿no sería esa la mejor forma de hacer penitencia de verdad?

Esto sería una verdadera radiografía del estado de salud de nuestra Semana Santa, ver qué hermandades están por lo que se supone que deben estar y cuáles están por otras cosas.

ELA ELA