Pepe Baena, eres la luz que emana de tus sueños

Tras dos años muy duros por cuestiones de salud volví a cantar a mis 40 años, aquí en el Calderón....

Tras dos años muy duros por cuestiones de salud volví a cantar a mis 40 años, aquí en el Calderón. Lourdes Martín tuvo el detalle de pintarme un retrato, bien grande y hermoso, y lo dejó en la entrada del teatro para que quien quisiera me dedicara unas palabras. Estas fueron las de Pepe.

Ese era, es, Pepe. Bendita locura la tuya que te otorgó la lucidez y cordura suficiente para hacernos felices a todas las personas que pasábamos cerca de ti y además reírte con generosidad de los pesares de la vida contagiándonos a los demás de una mirada menos amarga y más generosa. 

La música y tú y todo lo que con ella me diste. Esa noche canté tu canción favorita de Tchaikovsky, «Nur wer die Sehnsucht kennt», el opus 6 n.6, «solo quien conoce la nostalgia sabe lo que sufro»

De Tchaikovsky fue el primer vinilo que me regalaste, yo tendría 7-8 años, y me «envenenó» influyendo de manera decisiva en quién soy y a qué me he dedicado en la vida. Gracias.

Ahí empezaste a regalarme cintas de casette de 90 con oberturas de Beethoven y clásicos varios, para reforzar el «envenenamiento»

Ir a tu estudio y escuchar música y discutir versiones de óperas maraviollosas es uno de los grandes regalos que me llevaré esta vida. 

Ver como te emocionaste la primera vez que viste a Corelli y Tebaldi en una «Forza» en VHS es algo que aún me pone los pelos de punta, los habías escuchado miles de veces desde los 50 pero nunca visto cantar hasta pasado el 2000.

En 2008 di un concierto que te gustó mucho, todo culpa tuya, un homenaje al Rey Balduíno del que te salió un cuadro maravilloso. Puedo decir con todo el orgullo del mundo que Pepe Baena me pintó cantando.

Nunca olvidaré el 10 de mayo de 2010 cuando falleció mi padre, gran amigo tuyo, tu entrada en el tanatorio con esa planta de actor de Hollywood, alto, discreto, tratando de esconder bajo tus gafas de sol la «debilidad» y el dolor que sentías para llegar a mí entero y darme un abrazo consolador. Jamás podré olvidar esa sensación de paz. 

Por tu famoso estudio ha pasado toda la cultura y arte motrileño, y de fuera, de los últimos 60 años. La casa del arte de todos.

He cantado allí, caracterizado, con vestuario cosido por mi madre cómplice de esas performances, Werther, Tosca, Pagliacci, «pa» nosotros, hemos tenido tertulias maravillosas, infinitas, con gente extraordinaria.

Eres esa nave nodriza, que nos «pariste a tantos», de todo lo que Motril tuvo que ser antes de que fuera, tu clarividencia, valentía, respeto, ese brillo artístico sin prejuicios que abrió ojos y mentes, todo eso y más eres tú.

Hay gente que se va y nos entristece, tú has conseguido, además de entristecernos, llevarte un buen bocado de todos los que te conocimos y para eso hay que tener unos valores que tú tienes, bondad, humildad y una generosidad inalcanzable.

Gracias por tanto Pepe, gracias artista.

Uno de tus «hijos putativos», Miguel Ángel Muñoz Pino.

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