Política y fake news, la nueva forma de control

La revolución tecnológica nos ha permitido dar un nuevo salto respecto al mundo que nos rodea e incluso más allá...

La revolución tecnológica nos ha permitido dar un nuevo salto respecto al mundo que nos rodea e incluso más allá del mismo. En un segundo, desde tu teléfono móvil, puedes conocer información sobre diferentes puntos del mundo como Guinea, Holanda, China o Ecuador. Esto ha traído un avance sinigual en cuanto a comunicación se refiere, a través de las redes sociales como Facebook o Twitter. Ahora podemos hablar con nuestros amigos o nuestra familia desde cualquier punto del globo, pero frente a todos los beneficios que nos han dado, que sin duda han sido muchos, también han surgido los inconvenientes: las conocidas Fake News o bulos.

Según el diccionario de Cambridge, las fake news son “historias falsas que parece ser noticias difundidas por internet creadas generalmente para influir en las opiniones políticas o como una broma”. Este fenómeno está contaminando el panorama social y político desde el nivel nacional hasta el local. A decir verdad, las noticias falsas siempre han existido y podemos observarlas a lo largo de la  historia: por ejemplo, el hundimiento del Maine en la guerra de Cuba. La diferencia es que los medios podían poner un filtro o controlarlas, pero desde el momento que cualquier persona desde casa puede crear un portal informativo y publicar noticias donde se pierde el control  de las mismas, se transforma el pensamiento de las personas basándolo en una mentira, acrecentada por la poca predisposición a contrastar la información o el desconocimiento jurídico o histórico de la mayoría de personas.

¿El fin? Influir políticamente en la opinión pública, siendo consideradas un nuevo método de propaganda. Se pueden asociar claramente las Fake News con el crecimiento de ciertos partidos políticos. Solo hay que estudiar el papel de estas en la victoria de Donald Trump o Bolsonaro, además de cómo crecen partidos como La Liga de Salvini en el parlamento italiano y, desde un ámbito más cercano, VOX y el fake del comunicado emitido sobre una violación de una joven en Bilbao por inmigrantes  el pasado 2 de agosto  de 2019. El texto afirmaba que, «según el informe de la Universidad  Autónoma de Madrid y el instituto  de Ciencias  Forenses, el porcentaje de españoles y extranjeros en la comisión de agresiones sexuales múltiples con víctima desconocida era del 30% de españoles, frente al 70% restantes extranjeros o sin determinar”. Los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística) dicen que el 74,8% de las condenas por abusos sexuales son a españoles, agresiones sexuales 60,7% a españoles y de las violaciones un 44% en el año 2017.

Por otro lado, el mismo informe donde se fundamenta VOX dice que la escala en relación a agresiones sexuales es la siguiente: España (52%), Sudamérica (15%), Magreb (11%) y Europa del este (10%). Los bulos han traído consigo la posverdad -aceptar hechos ficticios, o no, porque entran en  nuestros esquemas mentales  y sentimentales-.  Así han proliferado creencias como que los inmigrantes ilegales reciben dinero público sin contribuir a la economía, o que las vacunas traen consigo otras enfermedades al ponerlas a los niños. Todo se acepta porque nuestra mente la relaciona con el pensamiento que tenemos sobre ellos, aunque  si buscamos en internet encontraremos diferentes informes de universidades u organizaciones mundiales donde demuestran que los inmigrantes dan más de lo que reciben o que no hay estudios donde se demuestren que las vacunas causen enfermedades.

El factor fundamental de este fenómeno de mentiras y de manipulaciones reside en los  ciudadanos. Aquí es donde empieza y acaba el bulo, sin nuestra colaboración, ni se difunde ni se asienta como una creencia. Un tema polémico como la inmigración o la violencia de género se liga a un nuevo lenguaje que se está construyendo  a través de las redes sociales. Un lenguaje coloquial y cercano que lo hace más atractivo para la gente, una mezcla que despierta sentimientos que hacen que aceptemos los bulos, lo que provoca que el siguiente paso sea compartirlo sin informarse sobre las fuentes, datos o quién lo emite. Esto último es irónico, ya que muchas veces el mensaje que compartimos es de personas anónimas o conocidas en las redes sociales, sin saber si tienen diferentes intereses económicos, políticos o sociales.  ¡Y después le decimos a nuestros familiares más pequeños que no se fíen de los desconocidos!

Combatir este fenómeno es complejo, a día de hoy muchas redes sociales han empezado a poner filtros contra ellos. Además, diferentes periodistas han empezado a combatirlo, pero una de características de los bulos es su rapidez de su difusión frente a la lentitud de detectarlo y de la expansión. Mientras se sigan desarrollando estos instrumentos habrá que poner en cuarentena todas las noticias y publicaciones, hasta comprobar su veracidad. Y tú, ¿quieres que te manipulen?

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