«Todo lo que ocurre en el escenario es importante en improvisación, esa es la regla de oro»
Christian Linares, miembro de TdesV, lleva haciendo improvisación más de una década, una disciplina teatral que le dejó "impresionado" al conocerla
Desde muy niño, a Christian Linares (31 años) le picó el gusanillo de la interpretación, “ya entonces me disfrazaba de los cómicos del momento, como el Señor Barragán en las cenas de Navidad”. Después, por casualidad, descubrió al grupo de teatro ‘Umbriel’ y decidió aprender qué había detrás de las bambalinas. Pero no fue hasta que alcanzó la veintena cuando descubrió qué era la improvisación gracias a la ‘liga de catch’ que traían frecuentemente a la ciudad artistas de la talla de Ana Morgade o el conocido Dani Rovira y que consistía en construir sus representaciones a partir de las propuestas libres del público. “La improvisación permite conectar con el público de una manera diferente, y eso no se puede explicar”, dice Linares, miembro de Theâtre des Vampires (TdesV), una compañía de teatro motrileña que se gestó a raíz de aquella bonita casualidad.
¿Crees en el destino?
Las casualidades me dan miedo. Pero después de aquel descubrimiento, años más tarde, esa misma gente que vi actuar en el Teatro Calderón y que me dejó impresionado, estaba realizando el pasaje del terror cerca de aquí con otra compañía. Tuvieron una baja y me llamaron. Descubrí que después de terminar hacían dinámicas muy interesantes y les pedí que nos enseñaran a improvisar.
Suena interesante, pero muy complicado esto de la improvisación.
Estuvimos dos años formándonos. Es una disciplina complicadísima, pero que ofrece posibilidades infinitas a cualquier actor. Todo ocurre sobre la marcha, nada viene preparado, eso potencia mucho nuestra creatividad.
Aunque todo surja en ese instante, ¿existen algunas reglas?
Aparte del entrenamiento mental, sí, hay una muy importante. Todo suma. Todo lo que ocurre en el escenario es importante en improvisación, esa es la regla de oro. La improvisación funciona con compañerismo. Eso lo he entendido a lo largo de todos estos años. Una de las mejores sensaciones que me ha dado esta disciplina es sentir que miro al de al lado y ya entiendo lo que quiere decirme sin pronunciar una palabra. La impro une, une y mucho.
¿Hay público difícil?
Hace un par de años fuimos teloneros de un grupo de música. Era un pueblo que no estaba acostumbrado a este tipo de obras y más si tenemos en cuenta que actuábamos para niños muy pequeños. Fue complicado porque teníamos que hacer otro tipo de humor, más infantil, y hacerles entender la dinámica. Esa fue la actuación más difícil que recuerdo.
¿Existen los temas tabú?
Precisamente, no ponemos límites ni barreras. Pero sí que es cierto que cuando salen determinados tipos de temas a escena, por actualidad o por cualquier otro motivo, le damos ‘la vuelta’ para ‘quitarle’ ese significado. No hacemos humor machista ni político. Pero, evidentemente, salen. Tenemos muy asimilado la forma de encarrilarlos en una improvisación.
¿Hay recursos para que todo funcione?
Los años y el entrenamiento te permiten adquirir experiencia y seguridad en el escenario. Existen estilos muy concretos que siempre hacen reír, el estilo telenovela, por ejemplo. O copiar cosas muy obvias e infantiles, como imitar a Dora la exploradora. Sabemos que eso siempre puede ser un recurso para desenvolverte en alguna situación complicada. Pero, por supuesto, el mejor recurso es el trabajo en equipo. Como digo, el compañerismo y la complicidad son valores fundamentales para salvar cualquier situación.
Imagino que para eso necesitas conocer muy bien al de al lado
Por supuesto. Conocemos el humor de cada uno. Si quiero humor absurdo, sé a dónde tengo que ir. Cada actor tiene su punto fuerte y los improvisadores entrenamos, precisamente, para conocernos mejor. En verano lo hemos estado haciendo una vez a la semana sin parar.
¿Cuál es el sitio más raro en el que habéis podido actuar?
Por suerte, nos sentimos queridos allá donde vamos. El público se entrega muchísimo y nos sentimos muy cómodos en cualquier escenario. Hemos actuado en institutos, en teatros, en pubs… pero quizás el más raro ha sido en una playa nudista. Fue genial y muy divertido.
¿Qué le espera este año a TdesV?
Hemos cerrado una temporada con 40 funciones por toda la provincia. Y, posiblemente, actuemos en Málaga y Cádiz. Lo bonito del mundo de la improvisación es ese intercambio constante, poder actuar con otros compañeros es aún más divertido porque la gente conoce a otros improvisadores y tú adquieres nuevos retos y experiencias.
¿Y a nivel personal?
Este año participaré en una obra de teatro clásico, ¡Ay Carmela!. Llevo muchos años centrado en la improvisación y me apetece afrontar este reto. Tendré que bailar y cantar y tengo muchísimas ganas. Creo que es uno de los retos personales más importantes de mi carrera.