Un jardín que estimula los sentidos y el compromiso social

jardin sensorial de Aprosmo

El jardín sensorial de APROSMO ha recibido la visita de más de 600 alumnos de centros educativos y personas mayores de toda la provincia

Lo extraordinario de las cosas que surgen desde el corazón, es que nunca cuestan, aunque sean costosas, difíciles y complejas. El jardín sensorial de APROSMO surgió de esa forma: con la ilusión por bandera y con el objetivo claro de mejorar la calidad de vida de gente con autismo o personas con discapacidad.

Raquel y Mercedes asistieron a un curso de estimulación multisensorial y empezaron a darse cuenta de los beneficios terapéuticos de este tipo de espacios. Ambas trabajan en el Colegio Luis Pastor. Raquel, como profesora de educación especial, y Mercedes, como fisioterapeuta. Lo que le ocurre precisamente a la gente apasionada es que logra contagiar su ilusión a los demás y así comenzó esta historia. Miguel, también profesor de educación especial, y Adrián, director del Centro Especial de Empleo de Jardinería Terra Horti, se unieron a una aventura que cumple dos años y que tiene fechadas visitas de colegios de la zona hasta el mes de mayo.

La particularidad de este jardín es que se encuentra al aire libre, en un espacio como Terra Horti, tranquilo y silencioso, para que los niños con necesidades educativas especiales se sientan seguros y cómodos en la exploración de los sentidos sin ser abrumados por ellos. «La mayoría de los jardines sensoriales están instalados en el interior, pero nosotros queríamos hacerlo exterior y disfrutar del clima tan maravilloso que tenemos», cuenta Mercedes, que admite que desde aquel curso impartido en APROSMO, Raquel y ella no dudaron ni un momento en llevar a cabo este proyecto para implantar la iniciativa en Motril y acercar la comunidad de APROSMO a todas las familias y niños de la comarca.

«No fue fácil», recalca Raquel, «pero lo hubiésemos hecho mil veces». La razón, «los niños». Desde un principio, esta iniciativa no se concibió sin ellos, porque son los «verdaderos protagonistas», señala esta profesora a la que se le escapa la sonrisa durante el relato. «El 90% de todo el jardín sensorial se ha realizado gracias al trabajo de todos esos niños, a los talleres ocupacionales de cerámica, a los que trabajan en madera o en este centro de jardinería», cuenta.

Todos, con su pequeño granito de arena, han hecho posible que más de 600 alumnos de centros educativos y personas mayores de toda la provincia visiten un jardín único en Andalucía que te permite explorar y aprender sobre tus propios sentidos y la naturaleza.

Cuando te tapas los ojos con un antifaz anulas el sentido principal, la vista. De esta forma, y a través de paneles táctiles, de un pasillo sensorial con diferentes rugosidades y texturas o de las jardineras repletas de plantas aromáticas comienza un viaje por los sentidos.

La experiencia, para una persona sin ninguna discapacidad, permite tomar conciencia sobre circunstancias cotidianas que rodean a estas personas y a quienes les acompañan a diario. «A las personas con autismo les encanta el estanque, les relaja el constante sonido del agua caer», señala Miguel, que también dice que los instrumentos musicales están entre las zonas favoritas de los niños que visitan el jardín.

Pero el proyecto no para. Sigue y quiere más. La gente lo demanda y les gusta. Los primeros, los alumnos del Colegio Luis Pastor, que se convierten en tutores por un día de los grupos visitantes. «Les encanta porque se sienten realizados y eso mejora su autoestima y les ayuda a potenciar sus habilidades comunicativas», destaca Raquel, que confiesa que los alumnos están deseando comenzar otra vez las visitas, que se iniciarán a partir de la semana que viene.

El director de Terra Horti se siente agradecido ante «todas las cosas buenas que ocurren cada semana en este espacio», asociaciones relacionadas con enfermedades como el Alzheimer, residencias de ancianos, colegios y familias y personalidades del mundo de la política ya han visitado este lugar que quiere ‘enseñar jugando’.

«Hay personas mayores que al oler de nuevo la hierbabuena, o la lavanda se teletransportan a su niñez», cuenta Mercedes, «cuando los niños prueban el eucalipto creen que están comiendo chicle y es muy divertido», ríe este grupo de profesionales mientras confiesan que todo eso es lo que verdaderamente merece la pena y el esfuerzo.

Ya está en marcha el trabajo para la inauguración de su segunda parte, que incluirá columpios inclusivos. El proyecto sigue un proceso de mejora continua en pro de la labor de una asociación que lleva desde el año 1977 volcándose en las personas con discapacidad intelectual y de la que aún hay muchas cosas que conocer. De momento han cumplido uno de sus propósitos: el jardín no solo estimula los sentidos, sino la conciencia y el compromiso social de aquellos que lo visitan.

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